La sociedad en la que vivimos,
tiene una idea, unos pensamientos generalizados de lo que es la escuela y de
cuál es su cometido. Éste cometido no es
ni más ni menos que el de formar
ciudadanos perfectos, encaminados a formar parte de una jerarquía social, dónde
cada uno ocupará un lugar dentro de la escala social. Pero claro, ¿quién decide el lugar que debe ocupar
cada persona en esa escala?
Nos encontramos con una escuela
dónde el maestro tiene el poder y los alumnos
son esponjas pasivas, limitadas a intentar asimilar los conocimientos que éste
dice enseñarles, enseñanzas que no
siempre llegan a ser aprendizaje, y que
después mecánicamente, son obligados a
vomitar en pruebas externas, los exámenes, haciendo desaparecer toda posible
muestra de creatividad. El maestro, que
dedica más tiempo a preparar la evaluación que la enseñanza, para comprobar si sus objetivos previstos a
principios de curso se han cumplido, calificará dichas pruebas, intentando
medir el aprendizaje, siendo éstas la mayoría de las veces, valoradas
bajo un punto de vista subjetivo.
De esas calificaciones saldrán notas
cuantitativas, unas serán muy buenas, otras serán buenas, algunas medianamente aceptables y por
supuesto malas. Automáticamente sus
dueños se encontrarán formando parte de una escala de notas, y no musical
precisamente, que irá de menos a más, en la cual
el que consiga la mayor puntuación, ocupará el lugar más alto y podrá acceder a los mejores trabajos, estatus elevados y ocupar lugares privilegiados en la escala social, mientras que los que no
consigan buenas calificaciones serán relegados a los puestos de trabajo menos
gratificantes y prestigiosos.
Si tanto hablamos de construir
una escuela nueva, dónde se deben modificar los esquemas de éstos pensamientos
anteriores, debemos luchar por una
escuela pública de verdad, una escuela de todos y para todos, con los
mismos derechos y oportunidades, una escuela sin segregación, por todo ello
debemos rechazar por completo “La Calificación”.
La Calificación es segregadora,
discriminatoria, dónde sólo los buenos y los mejores triunfan, por ello debemos
modificar nuestros esquemas tradicionales, debemos buscar el bienestar del
alumno, para formar personas que puedan ir enfrentándose día a día a nuevos
retos y problemas que se plantean en la vida real, debemos dejar a un lado la Calificación,
dando paso a la Evaluación, una Evaluación que devuelva la
creatividad que arrancamos a los niños desde pequeños, una Evaluación que debe usarse como herramienta con la cual
podamos observar, tanto el profesor como el propio alumno, los procesos de
desarrollo.
Dejemos a un lado la
Calificación, y demos paso a la Evaluación, para poder comprender lo que
nuestros alumnos necesitan para aprender, cambiar lo que no funciona y mejorar
para llegar al que debería de ser nuestro objetivo, conseguir que los niños
deseen aprender.
Muy bien, María José, muy bien. No te será fácil bregar con el problema de la calificación en la escuela, ya lo verás. Está perfectamente asumido por rodó el mundo.
ResponderEliminarPara esta entrada deberías haberte apoyado en las otras lecturas que tienes en el campus. Pacos Espadas te habría dado argumentos poderosos. No dejes de leerlos.
Enhirabuena.